El síndrome del impostor en los escritores: claves para enviarlo al contenedor de la basura orgánica

El otro día compré pescado en cierta cadena alimenticia de música pegadiza y puestos rotativos. El tipo que me atendió sabía de limpiar y cortar el animal lo mismo que yo de poner a punto aviones de diez toneladas con una mano atada a la espalda. Cualquier ama o amo de casa dejaría los peces en mejores condiciones.
¿El pescadero de ese supermercado padecía el síndrome del impostor? Quiero pensar que sí, pero la tranquilidad con la que limpiaba las agallas o cortaba los lomos me lleva a deducir que se creía el rey del mambo. Y eso no cuadra con el síndrome.
Si padeciera el síndrome del impostor, solicitaría de inmediato a su jefe volver al puesto habitual. O que le echara a la calle. Y en ese caso sí sería un pescadero competente, pero tan exigente consigo mismo que no se vería capaz de atender al público con profesionalidad.

síndrome del impostor

¿En qué consiste el síndrome del impostor?

Analicemos los términos por separado.
Un impostor es alguien que finge ser quien no es. Y sin cobrar por ello, es decir, sin aparecer en los títulos de crédito de la película.
Un síndrome es un conjunto de síntomas que caracterizan a una enfermedad o a un estado determinado.
Y todo junto, y con una definición pasada por el tamiz de mi experiencia, el síndrome del impostor sería la obcecación de una persona en no creer en sí misma a pesar de sus evidentes capacidades para un empeño concreto.

Ventajas del síndrome del impostor

Como en casi todo en la vida, hay que sacar diamantes hasta de un trozo de cuero pisoteado, así que a ver que me inventDIGO… veamos cuáles son esas ventajas:

  • El síndrome te obligará a ser un poco mejor cada día, que es a lo que deberíamos aspirar todos, con síndrome o sin él.
  • Antes de entregar un trabajo, te asegurarás de que es lo mejor que has podido extraer de ti mismo. Idéntico caso al anterior: así debería ser siempre.
  • No tienes horas en el día para aprender lo que debes aprender, pero las encontrarás y eso mejorará tus expectativas y tu confianza. En el artículo «Escribir en la nube» te doy algunas claves para ello.
  • Ese nivel de ansiedad moderado que sufres al pensar en si de verdad vales para el empeño, no solo está lejísimos de tratarse de una enfermedad mental, sino que te permitirá mantener la concentración y el estado de alerta. Quizás sea un buen momento para cazar esa mosca cojonera al vuelo. Por cierto, aquí te dejo algún truco para evitar las distracciones.
  • Puedes fardar de síndrome raro ante los amigos. Ojo: si ya eras el raro del grupo (siendo escritor, tienes muchas papeletas), mejor mantenlo en secreto. Una doble rareza quizás te deje sin amigos de chichinabo (los de verdad, aguantarán).
síndrome del impostor

Inconvenientes del síndrome del impostor

  • Te creerás un fraude, que cualquiera puede realizar mejor la actividad en la que estés trabajando. Y eso pese a haber obtenido ya algún pequeño éxito.
  • Tú mismo te traicionarás, te provocarás un autosabotaje que no te mereces de ninguna de las maneras. Cébate como un enemigo imaginario y escribe una historia con ello.
  • La suerte existe, y te ha echado una mano en un par de ocasiones. Pero el resto te lo has ganado con tu trabajo. Créetelo de una vez.
  • Los pensamientos negativos serán tus compañeros de viaje. Búscate otros que se dediquen a brindar a tu salud y no a machacarte. Por ejemplo, grupos de Facebook. Yo tengo uno de relatos cortos en el que se ha creado un ambiente de apoyo cojonudo.
  • El síndrome del impostor te impedirá avanzar en tus objetivos o al menos te retrasará muchísimo la consecución de los mismos.
  • Tendrás mala cara y parecerás enfadado con el mundo. Así no conseguirás pareja o perderás puntos con la actual.
  • Al final, los proyectos que tengas entre manos te parecerán montañas a las que subir con sherpa, oxígeno y una pata de conejo que te dé suerte. Y no estás ya para esas aventuras, así que permanecerás en tu zona de confort. Mal, muy mal.

¿En qué te afecta el síndrome del impostor como escritor?

Te voy a hablar desde lo más profundo de mi faceta como escritor. Imaginaré que tú eres mi psicoanalista y que me abro hasta el último nivel del infierno que padecemos casi todos los escritores que nos definimos como tales.

Esa vocecita fantasmal que te chilla al oído «¡DEEEEJA DE ESCRIBIIIIR! ¡NO EREEEES NADIEEEE!» surge de tus miedos, de la posibilidad de defraudar a todo el mundo, empezando por ti mismo.

Cualquier frase que escribas te parecerá usada mil veces por otros escritores de verdad. Los nombres de los personajes te sonarán ridículos. Las descripciones, el prospecto del Frenadol. Los diálogos, el balbuceo de un bebé (que no estaría mal si tu personaje es un bebé que balbucea).

El momento de afrontar el final de un relato corto o de una novela, ese momento que debería provocarte un orgasmo, ese momento que deberías interpretar con una sonrisa de satisfacción, se vuelve oscuro y dubitativo. No puedes dejar de preguntarte qué leches estás haciendo frente al papel, querrás salir corriendo y esquivar la responsabilidad que has contraído contigo mismo primero y con el mundo después.

La producción como escritor no marcha al ritmo que debería. «¿Para qué voy a escribir si no valgo una mierda?», te justificarás esas semanas en las que el número de palabras que has escrito es igual al de veces que has ganado la lotería.

Y no digamos ya si te planteas montar un blog y crear infoproductos que te ayuden a monetizar tu actividad como escritor. A mí eso no me pasa como diseñador gráfico y maquetador de novelas, aunque como escritor aún lucho con el síndrome. Y eso que las críticas a mis cuatro libros de relatos publicados son excelentes (no, no incluyo las de mi madre ni las de mis abuelas).

Un escritor deber ser exigente con su obra. Muy exigente. Y el síndrome del impostor te obliga a ello, porque no encontrarás el momento de salir del círculo «escribir-corregir-reescribir-corregir» y, por fin, publicar tu libro de relatos o tu novela.

síndrome del impostor

Cómo superar el síndrome del impostor

Voy a seguir hablando bajo mi propia experiencia y te voy a contar cómo gestiono cada día mis expectativas como escritor y la influencia en ellas del síndrome. Confío en que te servirá a ti también:

Mejora la seguridad en ti mismo

Aquí me parece a mí que estaría unos de los orígenes del síndrome. Muestra tu obra a un círculo reducido de personas y disfruta de las alabanzas. Si no llegan, sigue escribiendo a diario hasta que te suban a un pedestal.

Baja un pelín el listón de tu autoexigencia

Está muy bien ser el mejor escritor de la historia de la literatura, pero quizás sea una pretensión para la que necesites mil doscientos años de trabajo diario. Ser el mejor escritor de tu portal o de tu barrio sería un buen comienzo desde el que impulsarte.

Fórmate en la escritura para vencer al síndrome del impostor

Sí, a escribir se puede aprender. Hay libros muy interesantes que te dan algunas claves, como «Escribir desde los cimientos», de Alicia Pérez Gil. O una plataforma que me ha ayudado en el camino de la autopublicación y la monetización como escritor: MOLPE. Y en breve sacaré un curso sobre cómo escribir relatos cortos que, espero, complete tu formación.

Créete los halagos que recibas

Da lo mismo que vengan de las madres, tú agárrate a ellos como a una rama en un precipicio o a un paquete de papel higiénico en un confinamiento.

Aprende de las críticas

Sobre todo si vienen de colegas de la profesión. Para eso son muy útiles los lectores cero. MJ escribió un artículo muy bueno al respecto.

Trabaja la parte técnica, pero también la anímica

Ignora esos pensamientos que quieren reducir un evidente talento a una suerte de muñeco de barro que se deshará con tus propias lágrimas

En definitiva, el síndrome del impostor no dejará de tocarte las narices hasta que mueras. Lo importante es saber convivir con él y darle una colleja cuando se acerque el momento de sentarse a escribir, o de corregir o, por qué no, de publicar.

11 comentarios en «El síndrome del impostor en los escritores: claves para enviarlo al contenedor de la basura orgánica»

  1. ¿Nos hemos conocido en la otra vida? Porque es que chaval, estás hablando de mí. Al poco de empezar, ya vino este personaje oscuro a mi casa y se quedó a vivir una temporada en la que cualquiera escribía mejor que yo.

    Tuviste mucha suerte y se alinearon los planeta. Por eso ganaste, chata. Pero eso JAMÁS volverá a suceder. Y los halagos de los demás son de la pena que les das. Eres patética.

    No veo ventajas, ni una. A mí ni siquiera me mantiene la concentración. Pero leí que normalmente lo sufren los escritores que están en el buen camino. Esa es la única ventaja.

    Ahora cuando viene, le pongo un desayuno de aúpa y le tengo entretenido para que no me hable. Y parece que funciona…

    Responder
  2. Muy bueno el enfoque que le das al tema, David. Me ha gustado mucho el artículo; ni endiosarse, ni menospreciarse hasta el otro extremo.
    En mi caso, me ayuda a combatirlo dejar reposar los relatos un tiempito (o más). Si al releerlos, me gustan, es que no estaban tan mal (je,je,je).

    Responder
  3. En lengua hondureña de los poetas del grado cero, el síndrome es un hijo de puta que se debe tener agarrado del pescuezo con una mano, sin soltar la tecla del inútil texto que sale de la otra.

    Responder

Deja un comentario