Relato corto El peor padre del mundo

Semana 9 del #RetoRayBradbury. ¿Alguna vez has pensado cómo se siente un hijo cuando se separan sus padres? El mío lleva algo más de un año en esa situación, y para escribir el relato número 9 me he adentrado en su cabeza.

Relato 9: El peor padre del mundo

Mi padre es el peor padre del mundo. Conozco a más padres, sé de lo que hablo. El de Aitana le unta nocilla en las galletas. El de Sole le hace los deberes cuando se atasca. El de Jesús le lleva en un cochazo. El de Sebas le trae un bollo de chocolate para merendar. El mío, un bocata de pavo con tomate. Está rico, pero no tanto como el chocolate. Me encantaría que un día llegase con una palmera de choc…

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He tenido que parar y hacer los deberes. Otra cosa que no me gusta de mi padre: me revisa la mochila todas las tardes para comprobar si tengo tarea pendiente. Una vez no la apunté en la agenda ni metí los libros, así que escribió en una hoja cuatro operaciones y me obligó a copiar un dictado. ¡Un dictado! Está claro que es el peor padre del mundo. A Sebas le deja ver la tele a la hora de cenar. Y el de Arancha, le pone patatas fritas de bolsa con el pollo. Si pudieran cambiarse los padres, me pediría el de Sebas. Sería tan feliz.

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Esta semana me toca con mamá. No le pienso echar de menos. De todas formas, es un pesado y me llama todas las noches antes de acostarme. No hay forma de olvidarse de él. Creo que me haré el dormido. Eso es, cerraré los ojos y mamá no me molestará cuando suene el teléfono móvil.

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No ha funcionado. Mamá está compinchada. Mi padre me ha contado que la próxima semana iremos a cazar leones. Como si eso pudiera hacerse. Se piensa que soy tonto porque soy un niño. Luego me ha venido un bostezo y he colgado. He soñado algo rarísimo. Estaba con mi padre. Llamaban a la puerta y al otro lado se escuchaban maullidos. Al abrir, han entrado dos leones. Se han sentado en el sofá y han pedido una palmera de chocolate.

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Los domingos son días maravillosos. Mamá me deja jugar tiempo extra a la consola. Y prepara magdalenas en el horno. Yo la ayudo con la masa. Y, cuando no mira, meto el dedo. Las tardes del domingo me gustan tanto como cuando papá y mamá vivían juntos y no discutían. Aunque de eso ya casi no me acuerdo. Cuando me acuesto pienso en mi padre, pero en la versión antigua, y sonrío un rato.

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el peor padre del mundo

Hoy he merendado, ¿adivinas?, bocata de pavo con tomate. En realidad, no sé con quién hablo. Con la profe de Lengua, que es la que me obligó a escribir un diario. «Te vendrá bien», me dijo. O con Laura, la que se sienta detrás de mí, que se lo cuento todo. Un día le dejaré leerlo. Esto son una especie de deberes. A quién le importa lo que escriba en ellos. El bocata estaba rico, pero mejor no se lo digo a mi padre, que me pone otro para mañana.

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Hoy mi padre estaba triste. Por algo del trabajo. Creo que ha discutido con una compañera. Se han gritado. A lo mejor ya no se vuelven a hablar. Gritarse no es bueno. A mí me gusta que me hablen bajito. Si me pregunta la profe en clase, hablo bajito. Me encanta cuando se queda un amigo a dormir en casa y susurramos un buen rato debajo de las sábanas. A veces mi padre nos descubre y nos regaña. Es el peor papá del mundo.

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Me he peleado con Sebas. Dice que está por… una chica del colegio. En el recreo se lo ha confesado a David, que es como la portera del edificio de mamá. Al rato lo sabía toda la clase. Lo peor es cómo lo explicaba: «antes de conocerla mi pene era de plástico; ahora, mi pene es de metal». Un día va a recibir una buena de mi parte. Al llegar a casa, no sé por qué, se lo he contado a mi papá. Vaya cómo se ha puesto cuando he dicho la palabra pene. Luego me ha abrazado un buen rato. Su jersey estaba calentito. Hoy es el peor padre del mundo, pero un poco menos.

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El sábado vamos a un centro de realidad virtual. Es un lugar donde juegas a la consola, pero con un casco en el que se ve todo más chulo, como si estuvieras dentro. Menuda sorpresa me ha dado mi padre.

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¡Hemos cazado leones! Luego los soltábamos. No nos quedábamos con la piel ni nada de eso. Papá ha acertado a dos y yo a tres. ¡Tres! Está claro que se me dan mejor que a él los juegos de realidad virtual. Luego hemos comido hamburguesas y me ha hablado de su compañera de trabajo. No sabía que se podía coger tanto cariño a alguien con quien trabajas a diario. Me ha preguntado si me gustaría conocerla. Y no he sabido muy bien que contestarle. Ha sido una tarde genial.

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Cuando le he contado a mamá lo de la chica que le mola a Sebas, ha sonreído y me ha abrazado. Yo no sé qué les pasa últimamente a los dos. Y eso que no les he dicho que también me gusta a mí.

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Hoy me he clavado un hierro en el patio del colegio. En la pierna. La directora ha llamado a mis padres y han venido los dos. Luego nos hemos ido a urgencias juntos como una familia normal. No han discutido en todo el rato, pero sé que ya no vamos a vivir en la misma casa. Me lo han repetido miles de veces, siempre con las lágrimas a punto de salir. Yo he llorado un poco. Por la inyección antitetánica. Duele más que una patada en la espinilla.

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Esta semana, mi madre me ha mimado como cuando era pequeño. Casi no ha dejado que me bajase de la cama. Y papá ha venido de visita. Que no, que no van a reconciliarse. Sólo se llevan bien. Mejor que antes. No entiendo a los mayores. Cuando crezca, nunca voy a discutir con Laura. ¡Mierda! He dicho la palabra prohibida. Y está escrita a bolígrafo. A ver cómo la borro.

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Ya ha pasado un trimestre. El tiempo que me dijo la profe de Lengua que debía escribir en el diario. Al final me ha gustado. Voy a pedirle que me deje continuar con él. Corto y cierro, que mi papá ya está pidiéndome que haga los deberes de mates. Sigue siendo un pesado, pero ya no es el peor papá del mundo. Aunque no me traiga bollos de chocolate.

6 comentarios en «Relato corto El peor padre del mundo»

  1. Hola, David:

    De papás malos y mamás malas está el mundo lleno. Tengo una sobrina que con cinco (ahora tiene 23) ya decía a sus amigas lo malo que era tener una madre psicóloga: demasiadas explicaciones, demasiados razonamientos. Con cinco, preparó su maletica y le dijo a su madre que se iba a vivir a la casa de Leire porque su mamá molaba cien veces más. Y se fue (mi cuñada no le puso ninguna pega; al contrario).

    Por la noche estaba de vuelta porque la mamá de la otra no daba razones de nada y solo mandaba.

    Este relato tuyo me la ha recordado. ¿No son para comérselos? (A los padres, digo; y a los hijos, de postre, solo de postre).

    Un abrazo literario.

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    • Hola, Marian:

      Los niños son para comérselos de postre y luego usar un mondadientes, porque los jodíos se quedan enganchados entre las muelas. Tu hermana los tuvo bien puestos para dejar que con 5 años se fuera de casa una tarde. Pero a veces las lecciones hay que darlas dejándoles que se equivoquen. Gracias por leer el relato y comentarlo 🙂

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  2. Hola, David.
    Me ha encantado. Por muchas razones. Una maravilla. Dice mucho, y no solo sobre padres separados, sino sobre padres en general.
    Me ha gustado mucho. No tengo problema alguno en compartir impresiones y razones, pero con permiso me limito solo a decirte lo mucho, mucho, que me ha gustado. Enhorabuena.

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  3. David:
    Buscando información para realizar una unidad didáctica sobre el microrrelato me he topado con tu página. Tocando, trasteando, atraída por el título he llegado a este relato corto. Gracias por compartirlo. Gran acierto desde un punto de vista emocional y literario.

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