Borrar para escribir los mejores relatos cortos

El otro día una amiga me respondió con un breve “muy bien, un cambio” a mi confesión de que acababa de separarme. Quizás parezca una respuesta sorprendente, pero a mí me animó y me ayudó a restarle importancia a algo que no la tiene (no tanta como pensaba en un principio). He de aclarar que, además de amiga, es psicóloga, y seguro que su respuesta obedecía a alguna técnica psicoanalítica que se basa en borrar de la mente la parte negativa de las situaciones. Y es cierto. No conviene alimentar al cerebro con pensamientos negativos porque el día que echemos mano de su archivo, ahí estarán, guardados en una carpeta con el nombre: “Cómeme”.

Con los relatos cortos pasa un poco lo mismo que con una separación, y encima los costes económicos son prácticamente inexistentes: no hay que tener miedo a meter en ellos el cuchillo, a usar la goma o a pulsar la tecla de Suprimir. A la larga nuestra historia lo va a agradecer.

¿Por qué nos cuesta tanto deshacernos de las palabras de los relatos? ¿Son acaso propiedad de otros? ¿Nos van a detener por asesinar a unas cuantas? No lo creo. Yo llevo años haciéndolo y aún no ha venido la policía a buscarme… Bueno, una vez, pero fue por un asunto diferente y os juro que parecía el atraco perfecto. La lengua española nos regala decenas de miles de palabras para jugar con ellas como queramos. No hace falta devolvérselas porque cuenta con un número infinito de ejemplares de cada término. Lo único que nos pide a cambio es que las tratemos con respeto y obedezcamos unas simples normas ortográficas. Ni más ni menos. Pero de eliminar las palabras una vez usadas no dice nada en contra. Así que, ¿por qué tenemos miedo de cargarnos las que no nos hacen falta?

 

“Si algún arte conozco es el de saber renunciar, pues no lamento que, de mil páginas escritas, ochocientas vayan a parar a la papelera y sólo doscientas se conserven como quintaesencia.”
Stefan Zweig

“La revisión lo es todo. Recorta hasta que no puedas recortar más. Lo que quedará generalmente estará rebosante de vida.”
Esther Freud

 

Cinco razones para borrar en un relato corto

1. A veces un cambio en un párrafo provoca una interesante variación en el relato.

No te la habías planteado, y encima facilita el desenlace de la historia. Por ejemplo, imaginemos a un detective calvo lleno de complejos que malgasta su dinero en crecepelos y que, cuando se enfrenta al hirsuto delincuente, le confiesa su trauma y le pide consejo acerca de cuidados capilares. Si eliminamos de la ecuación que está lleno de complejos, nos queda un detective calvo que gasta su dinero en maquinillas para afeitarse la cabeza, y que cuando se enfrenta a un delincuente lo hace con la seguridad de que no le va a poder tirar del pelo y de que, quizás, el brillo de su calva le deslumbre y facilite su detención y con ello el cierre del caso. Cierto, es un ejemplo interesado. Los detectives llevan sombrero y nunca podrían deslumbrar a sus archienemigos.

borrar para escribir relatos cortos
Si buscas inspiración para un cuento de miedo, los cementerios son los lugares ideales. Lo malo es salir con vida de ellos.

 

2. De frases bonitas está el cementerio lleno, así que en nuestra historia, sobran.

A no ser que pretendamos que nos entierren con nuestros preciosos relatos cortos que jamás pasaron del cajón del escritorio. Frases como «el sol refulgía en aquella prístina y adorable mañana”» invitan a coger un revólver y agujerear la hoja. O «los negros rizos le caían por los hombros en una cascada que empapaba de suavidad su espalda». Aquí se me vienen a la cabeza un bidón de gasolina y un mechero. En un relato a veces sobran hasta los artículos, no digamos ya los adjetivos edulcorados. A no ser que escribas una novela romántica juvenil que especifice en la portada claramente: «absténganse de su lectura diabéticos y personas con poca tolerancia al almíbar». Hay que prescindir del mayor número de palabras posible, y las que sobrevivan a la poda deben merecer la pena. Y en la frase «la luz de tus ojos que me ilumina el día» no existe ninguna.

3. Lo bueno, si breve, dos (o diez) veces bueno.

Vivimos en una época en que la falta de tiempo es casi una pandemia. Nos lo adelantaba el personaje del conejo blanco en Alicia en el País de las Maravillas: «Ya se me hizo tarde. ¡Me voy, me voy, me voy!». No debemos perder un segundo en esta carrera absurda por terminar lo que tenemos entre manos y empezar una nueva tarea. Los tuits triunfan porque cuentan con menos de 140 caracteres. Los breves mensajes de whatsapp alimentan la misma teoría. Los emoticonos expresan un puñado de emociones en un solo carácter. Quizás los relatos deberían ir en esa línea si queremos que los lean. Mejor un relato corto que uno largo. Mejor un microcuento que un cuento corto. Y, para eso, nada mejor que reducir a la mínima expresión los elementos que necesitamos para escribir nuestra historia.

4. ¿Por qué contar una idea en dos mil quinientas palabras si se puede hacer en mil quinientas, o en mil?

Que sí, que entonces nuestro libro de relatos cortos llegaría a las cuatrocientas páginas y a la gente que compra al peso se le harían los ojos chiribitas. Pero, ¿de verdad nos interesa llegar a ese público? ¿No es más razonable escribir un libro de relatos cortos de ciento cincuenta páginas con historias condensadas, certeras, que vayan al grano, que no nos permitan ni salir a la superficie a coger aire para respirar? Borrar párrafos enteros que no aporten valor a la idea principal es un recurso absolutamente válido. Y suprimir adjetivos dentro de un párrafo rescatado de la quema, también. Cárgate palabras sin remordimientos. Nueve de cada diez correctores de estilo lo recomiendan. El otro está ahora mismo en el dentista con la boca abierta y no puede hablar.

5. Huye de las repeticiones como si fueran el comercial del gas.

A veces son coletillas que ya están en nuestro ADN y no nos damos ni cuenta de que las usamos. Otras son palabras que se repiten en el mismo párrafo del relato. Lee tu texto en voz alta. La sonoridad te descubre errores que en la lectura interna pasaban desapercibidos. Márcalos en rojo, subráyalos, apréndete de memoria esas palabras y destrúyelas con un chasquido de tus dedos como si se trataran de granos de arroz (mejor cocidos; crudos pueden resistirse).

borrar para escribir relatos cortos
Esta imagen no puede fallar porque los conejos son igual de adorables que los gatos. Y encima juegan a las cartas. Y tocan la trompeta. Y llevan el correo.

 

“El arte de escribir consiste en decir mucho con pocas palabras.”
Antón Chéjov

“Escribir en forma breve toma mucho más tiempo que escribir largo y tendido.”
Carl Friedrich Gauss

 

Y si todavía no te he convencido de que borrar es parte de la (buena) creación, piensa en esto: ¿no te parece que el artículo, que ya tiene mil palabras, se podría haber quedado en quinientas contando más o menos lo mismo? Yo apuesto a que sí, pero Google y su algoritmo penaliza los post demasiado cortos. Y además está lo del storytelling y su parte emocional. Y que me gusta recrearme con el humor… O quizás es que todavía no sea un buen escritor. Por si acaso, esa última reflexión la borraré de mi memoria.

15 comentarios en «Borrar para escribir los mejores relatos cortos»

  1. ¡Hola!
    Cuanto me toca repasar un texto siempre acabo reduciendo o pasando la tijera. No lo hago por la cantidad, sino por la calidad, y es que, a veces, nos recreamos innecesariamente con las frases o añadiendo detalles que no aportan nada.
    Así que estoy de acuerdo contigo. Borrar y/reescribir un relato siempre es una buena opción 😛

    ¡Un saludo!

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  2. Hola,
    Escribir relatos cortos ha sido un aprendizaje muy bueno para mí. Ha sido y está siendo. Y lo de borrar, cuesta, pero que gustazo cuando eliminas ese párrafo (que yo antes he puesto en rojo – que significa esto hay que borrarlo – o incluso en azul – esto hay que reescribirlo – y así con varios colores)

    En mi caso me ha costado comprender el cambio de punto de vista. Como escritor parece que es frase se queda corta, pero luego visto desde el punto de vista del lector, resulta que es perfecta. Así que a darle a los relatos cortos. ¡Un saludo!

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    • Hola, Óscar.
      Muchas gracias por comentar tu experiencia. Para mí escribir relatos cortos es, además de un aprendizaje sobre la vida, casi como una religión (sin ser yo nada de eso). Borrar siempre ayuda al lector aunque nos fastidie a los escritores. Me apunto el sistema de ir aplicando colores a los párrafos que ya sabes que hay que reescribir 🙂

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  3. Gracias, David. Leerte siempre es un placer (y aprendizaje, cómo no).
    Tremendo el arte de limpiar, tijeretear, cortar y suprimir; ya creo que es un arte en sí mismo, que nos cuesta mucho más que soltar palabras a borbotones, y por demás, claro está.
    Coincido contigo y voy aprendiendo.
    Gracias,
    Abrazo creativo.

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  4. Hola, David.
    Coincido plenamente contigo en que si un libro de cuatrocientas páginas puede reducirse a ciento cincuenta es mejor, a hacerlo. No lo vamos a recordar ni volver a leer porque sea largo sino porque su contenido y la forma en que ha sido escrito haya sido memorable. Y si no, ¿quién no recuerda en micro de Monterroso del monstruo, y en cambio, cuántos libros larguísimos hemos olvidado o solo recordar que es terriblemente largo, o, lo que es peor, lo hemos abandonado o salteado párrafos/páginas enteras? El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.

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