¿Cuántas veces has llegado al final del día sin haber escrito ni una palabra de tu relato porque un asunto de trabajo te lo ha impedido? ¿Cuántas veces te has prometido a ti mismo que esa sería la última? ¿Y cuántas veces has incumplido tu palabra? Yo, muchas. Hasta que me comprometí de verdad.
Hoy os contaré 8 trucos para escribir relatos aunque tengáis una familia, un perro y un trabajo absorbente.
Tener una pareja, un hijo, un perro y un trabajo es la excusa perfecta para esquivar tu sueño de escribir. Nadie te puede reprochar que les dediques tiempo. Es más: debes dedicárselo. Pero el día tiene veinticuatro horas. Y cada hora sesenta minutos. Y cada minuto sesenta segundos. Y cada segundo diez décimas… Podría seguir hasta las millonésimas de segundo, pero creo que con esto se capta la idea (mentira, soy de letras y ya iba al límite de mi capacidad numérica).
Se puede sacar tiempo para escribir relatos aunque seas el mismísimo presidente de los Estados Unidos (mal ejemplo ahora mismo, lo sé). ¿Y qué hace falta para robarle horas al reloj y escribir? Buscar tu propio hueco en el espacio-tiempo de la rutina diaria. Nada más y nada menos.
1. Busca tu espacio
Esto del espacio-tiempo, que suena un poco a la serie de televisión Doctor Who, quiere decir literalmente eso: espacio y tiempo. Tan importante como encontrar el tiempo para dedicarlo a escribir relatos es dar con el espacio en el que sentirse cómodo. Ese espacio en el que crear tus propios mundos sin que nadie te moleste.
Os confieso que a mí no me resultó fácil. Siempre encontraba una excusa para procrastinar y lo dejaba para el día siguiente: esta silla no es cómoda, la luz de la ventana da directamente sobre la libreta y me distrae, en este rincón se escucha el dormitorio de los vecinos que están en época de procreación… Hasta que descubrí que, sentado sobre el parqué del salón y apoyado contra la pared, los relatos empezaban a fluir en la libreta.
Las palabras estaban ahí, rondándome por la cabeza, esperando a que aposentara mis glúteos en la superficie adecuada. ¿Y cuál es la función de los glúteos en el proceso creativo, te preguntarás? Relajar la espalda y permitir que la energía fluya. Si están bien moldeados, también ayudan en otro proceso creativo: el de tener hijos. Y si no, pregúntale a tu pareja que por qué te eligió precisamente a ti. Quizás te sorprenda su respuesta.
2. Exprime el reloj
Una vez que encuentres tu propio espacio, toca exprimir el reloj. David, ¿de verdad es una opción estirar el tiempo? Claro. Se puede reunir a los líderes mundiales y convencerles de que empleen todo su presupuesto en I+D+I. Lograr que la rotación de la Tierra respecto al Sol aumente, digamos, en un treinta y tres por ciento. ¿Un día de treinta y seis horas sería suficiente para sacar tiempo para escribir relatos? Seguramente no. Ocuparíamos las horas extra en tareas que no tendrían nada que ver con la escritura. La rutina nos arrastraría a su habitación y nos seduciría hasta convencernos de que es la mejor opción para pasar el día.
¿Entonces, cómo hacemos para exprimir el reloj? Pues atento a lo que viene ahora.
3. Prioriza tus obligaciones
Así de sencillo. Te lo repito: prioriza tus obligaciones. No todas las tareas tienen la misma importancia. El trabajo, la pareja o un hijo, sí tienen reservado un hueco diario. En cuanto al resto de actividades, has de valorar si son más importantes que cumplir tu sueño de escribir relatos.
A mí me encanta ver series de televisión. Soy de los que piensa que el nuevo cine se está haciendo en la (ya no tan) pequeña pantalla: Fargo, Twin Peaks, Breaking Bad, Los Soprano, The Leftovers… Pero el día que decidí comprometerme con la escritura, reduje drásticamente el número de horas que dedicaba a mi afición.
¿Estás pensando en pasarte ese nuevo nivel de Candy Crush? ¿Los dedos están deseando teclear mensajes en las redes sociales? ¿Tu mente está transportándose a un campo de juego para ver el nuevo partido del siglo de esta semana? ¿Te vuelve loco leer prospectos de medicinas? Quizás ha llegado el momento de replantearte las prioridades en tu vida.
4. Márcate objetivos
Este punto es fundamental. Debes visualizar lo que quieres alcanzar y establecer pequeños pasos para lograr los objetivos. Imagínate que te apetece cenar una pizza carbonara y son las cinco de la tarde. Tu objetivo está claro: hincar el diente en una masa a eso de las nueve de la noche. Pasos a seguir:
- Acercarte al frigorífico y comprobar que no hay pizza.
- Calzarte para bajar al supermercado.
- Comprar la pizza y, de paso, galletas y arroz que te hacían falta.
- Esperar la cola más lenta para pagar. Lo de la más lenta, en mi caso, no es opcional.
- Guardar la pizza en el frigorífico.
- A las 20:15, precalentar el horno.
- A las 20:30, meter la pizza y quemarte los dedos.
- A las 20:45 sacar la pizza y abrasarte los dedos.
- Involucrar a tu familia para que te ayude a poner la mesa.
- Poner tú la mesa.
- Hincarle el diente entre sonrisas y resúmenes del día.
Sencillo, ¿verdad? Sólo ha hecho falta establecer un objetivo y tener claro los pasos para conseguirlo. Te reto a que ahora mismo anotes en una libreta, en un post-it o en un archivo de texto del ordenador el proceso para lograr escribir un relato. O una novela. O un poema. O un cuento infantil. Lo que te pida el cuerpo. Una pista: márcate como objetivo un número concreto de palabras al día. Por ejemplo, cien. ¿Te parecen pocas? Mejor. Así te será más fácil conseguirlas. Ya tendrás tiempo de aumentar la cantidad cuando tu cuerpo haya interiorizado la rutina.
5. El secreto mejor guardado: madrugar
Estarás pensando: todo esto me parece perfecto, David. Pero yo lo que no tengo son treinta minutos todos los días para escribir cien palabras. No es cierto. ¿De verdad que no puedes sacrificar media hora de sueño físico para cumplir tu verdadero sueño, dedicarte a escribir relatos? Aprovecha el silencio de la casa para crear historias. Madruga más que tu familia. Ponte la alarma treinta minutos antes y no se te ocurra posponerla cinco minutitos más. Levántate con la ilusión de un niño la mañana de Reyes y obtendrás tu recompensa. Te lo aseguro.
6. El segundo secreto mejor guardado: trasnochar
Ojo. El biorritmo de cada uno es diferente. A mí me funciona madrugar. Tú quizás seas un animal nocturno y prefieras acudir a tu rincón especial cuando los ruidos de la casa lleguen a su fin. Da el beso de dulces sueños a tus hijos, dedica un tiempo a tu pareja y mete los cacharros en el lavaplatos. Coge los bártulos, siéntate y escribe. Cien palabras. Una detrás de otra. Con eso es suficiente. La constancia hará el resto.
7. El tercer secreto mejor guardado: los intersticios
Y por intersticios me refiero a esos huecos que tienes entre una actividad y otra. ¿Vas al trabajo en transporte público? He ahí una oportunidad. Hazte amigo íntimo de una libreta. O utiliza las notas de tu móvil que, mágicamente, estarán sincronizadas con el ordenador a través de la nube. (Nota mental: si esto fuera un monólogo de humor, miraría al cielo).
¿Padeces de extreñimiento? He ahí otra situación susceptible de aprovecharse. No por nada las mejores ideas han surgido en ese cuarto.
¿Estás cocinando unas lentejas y tienes que esperar a que cuezan para añadirle el arroz? ¡Tachán! Otros diez minutos para dedicarlos a tu sueño de escribir relatos.
¿Te toca sacar al perro? No lo dudes: saca la libreta y vierte en ella todo eso que llevas dentro. Un favor que te pido: de reojo, mira si Gastón, Tirso, Crasti, Muna, Toby… ha dejado un regalito que requiere tu atención. Una cosa que nos pasa mucho a los escritores que aprovechamos los intersticios es que vamos leyendo por la calle y miramos el tiempo justo al suelo.
Si los momentos son demasiado breves yo los utilizo para corregir los relatos. Quizás quince minutos no sean suficientes para sumergirte en ese estado de trance en el que todo fluye. Pero el proceso de corrección no es tan exigente. Ahora mismo, por ejemplo, estoy retocando este artículo en el Metro. Menos mal que el olor no se impregna al escribir. Eso que te ahorras.
8. El cuarto y definitivo secreto mejor guardado
Esta sí que es la piedra filosofal: suscríbete a mi blog y dos veces por semana llegará a tu correo un nuevo artículo exclusivo con algunos consejos sobre creación literaria, reflexione sobre la escritura, enlaces a concursos literarios… Y te regalo una guía definitiva que te ayudará a comprobar que tu relato está listo para enviarse a un concurso literario.
Ahora en serio: haz caso a los otros siete. Este es opcional. Y si te ha gustado, comparte el artículo, que no cuesta nada 🙂
Ya veo que no soy el único que usa la comida como metáfora de muchas de nuestras acciones, como por ejemplo, la de marcarse un objetivo 😛
¡Buen post!
¡Un saludo!
¡Gracias, David! La comida es buena hasta para hacerle fotos. Deberíamos pensar en crear una red social en la que se pudiesen subir imágenes de los platos. Le veo futuro 😉
Mis relatos cortos, se alargan en el tiempo. Gracias por tus consejos.
Gracias por comentar, José. A mí a veces también, no te creas. Son cortos en palabras pero largos en tiempo dedicado. Espero que estos consejos acaben de instalar la rutina en tus escritos.
Como siempre gracias David por tus consejos. Yo prefiero escribir de noche por ejemplo, aparte como escribo terror no se es como que me conecto más con el género jajaja. Saludos
Ja, ja, ja. Tienes escogido el momento perfectamente. 🙂
Yo me levanto a las cuatro de la mañana, no solo para escribir, también para leer. Me gusta pensar que hay otros escritores con los ojos abiertos a esas horas, jejeje. Gracias por los consejos.
¡No estás solo! Creo que somos legión.
Me está enamorando tu blog. Ahí lo dejo y me voy sin hacer ruido, que se me quema el bizcocho y tengo que aprovechar para escribir algo antes de que eso suceda…
Hol, Ana.
Espero que hayas quitado ya el bizcocho del horno.
Gracias por comentar. Espero seguir viéndote por aquí 🙂
+Saludos.
Excelente. Llegué aquí y me quedo.
Gracias por las recomendaciones.
¡Bienvenida, Maurina!